Martes, 27 de febrero
Repítenos, Señor Jesús, tus bendiciones,
tus palabras.
Enséñanos los caminos de la felicidad,
Anunciaste un Evangelio,
y no hemos entendido todavía.
¿Por qué será que son ricos los pobres y son pobres los ricos?
¿Por qué son fuertes los débiles
y son débiles los fuertes?
¿Por qué son felices los que lloran, los que sufren, los perseguidos, los que tienen hambre, y los contrarios están insatisfechos y viven angustiados?
¿Y por qué es mejor ser misericordioso que ser duro, mejor ser pacífico que violento?
¿Por qué te dejas ver por los limpios y sencillos?
Explícanos, Señor, esas palabras.
Vamos en dirección equivocada, tú lo sabes y no somos felices.
Nos hacemos sufrir unos a otros
con orgullos y codicias,
con intolerancias, con vicios y esclavitudes.
Pero es verdad lo que tú dices,
Yo he visto sonreír en la casa de los pobres,
he visto llorar de alegría a los que sufren,
he visto llevar la cruz con elegancia.
Las personas que aprendieron tus palabras son, las mejores, no temen, no ambicionan, enteramente libres, humildes, servidores y señores.
Es verdad el canto que iniciaste: los pobres
y los humildes son felices,
los bendice Dios con su ternura y guardan en su corazón una fuente secreta de alegría.