Miércoles, 19 de abril
Un testimonio de la actualidad: Del diario de una enfermera
“Suena el despertador. Tengo la sensación de haber dormido poco y mal, como si desde que empezó esta locura todos los días fueran iguales. Como estar viviendo un mal sueño.
El café en mi cocina me sabe a gloria, …Sé bien que será lo único que entre en mi cuerpo hasta que vuelva a casa. También desde hace días tengo el estómago cerrado. Sin ganas de comer. En estado de alerta 24 horas. Sin descanso.
Me monto en el coche y conduzco hacia el hospital por calles vacías, solitarias, sin apenas ruido. Pongo música, muy alta y canto muy alto, como si cantando pudiera vencer; sentirme poderosa con mi voz, lo contrario de lo que me siento cuando cruzo las puertas de la planta. La música siempre salva, y sana, aunque sea a una pobre enfermera que se engaña pensando que esta mañana será mejor.
Llego a la planta y veo las caras de mis compañeras de noche, agotadas del turno y de las semanas que llevamos trabajando sin descanso. Se repite cada día lo mismo, una lucha contrarreloj y sin descanso por atender bien a nuestros pacientes, pero sabes que te puede la situación, que haces lo que puedes, que priorizas cuidados y que eso es sumamente doloroso
El equipo de protección individual… nos hace señales, heridas y sudar hasta el desmayo, pero también es una barrera que te impide tocar, abrazar, consolar y pasar tiempo con tus pacientes…
Seguimos priorizando y luchando contra el reloj, contra el aguante de nuestros cuerpos y contra esa profesionalidad que te hace saber que hay cuidados y atenciones que no puedes dar a tus pacientes. Creedme que eso duele más.... Todas estamos comentando que lo más difícil y lo más duro es no poder abrazar.
Abrazar al paciente que sufre; abrazar al paciente en sus últimos momentos; abrazar a las familias y acompañarlas en su duelo; abrazar a las compañeras en esos pocos momentos en los que se rompen y lloran; abrazar a nuestros hijos, parejas, padres, amigas….”
Video: Un paso más