Miércoles, 1 de marzo
¿Convertirme?
¡Estoy tan bien como estoy!
¿Para qué hacerme más líos?
Y llega, inoportuna, tu palabra:
¡Rasgad los corazones!
Podías pedir otra cosa.
Pero no, Tú, Dios, vas a lo esencial,
al corazón, a lo que nos duele,
allí donde casi ni sabemos lo que tenemos
porque pocas veces entramos en nuestro corazón.
¡Nos hemos acostumbrado
a jugar con el corazón de tal manera
que ya no es un lugar sagrado personal!
Pero llega tu palabra afilada:
¡Rasgad los corazones!
Señor, te lo confieso: me da miedo.
Me lleno de escusas
para seguir siendo como soy.
Pero llega tu palabra escueta:
¡Rasgad los corazones!
Señor, me resulta dura tu palabra,
pero quiero escucharla
y ponerla en práctica.
Que tu luz y tu fuerza me acompañen
para descubrir la novedad de corazón
que de mí esperas.
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