Lunes 24 de octubre de 2022.

 

            Un corazón que ora     (cf. Mt 6,15).

 El cristiano sabe dónde encontrar el alimento, las fuerzas, la conexión con el Padre,Dios  y con todos los que convive. Sabe dónde reposar, dónde descargar el peso de cada día, de dónde beber y comer para acercarse a los demás, para volver al trabajo  y esfuerzo de de cada día. La oración es un oasis en el desierto y un retomar energía para la vida y el duro trabajo.

Ayer domingo en la Eucaristía escucharemos esta lectura del evangelio de Lucas sobre la oración auténtica, que nos abre a Dios y a los hermanos. La acogemos para nuestra vida hoy, que retomamos nuestro esfuerzo y rutinas del día a día.                

       

 Parábola del fariseo y el cobrador de impuestos    (Lc 18,9-14)


Jesús contó esta una parábola para algunos que se consideraban a sí mismos justos y despreciaban a los demás:

“Dos hombres fueron al templo a orar, el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma. El fariseo, de pie, oraba así: ‘Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, malvados y adúlteros. Ni tampoco soy como ese cobrador de impuestos. Ayuno dos veces por semana y te doy la décima parte de todo lo que gano.’

 A cierta distancia, el cobrador de impuestos ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ‘¡Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador!’

Os digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa perdonado por Dios; pero no el fariseo. Porque el que a sí mismo se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido.”

 

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